miércoles, 29 de octubre de 2008

Otra mañana.


Como sin querer hacerlo, lentamente iba despertando al día.
Se encontraba encajonado en la cama, la mente le pesaba y las ganas de despertar le fallaban. Otra vez tenia que volver a abrir los ojos y enfrentarse a la cotidiana jornada.
Un techo naranja y una lámpara redonda, blanca, era lo primero que percibía al abrir los ojos.
Giraba la cabeza a un lado y otro de la almohada para ver donde se hallaba, viendo su habitación como si fuera la primera vez. Cada mañana el mismo ritual.
Hoy, un sonido acompañaba a la cotidiana visión. Estaba lloviendo, intensamente, golpeteando en el tejadillo y en el alfeizar de la ventana.
Menos motivos aún, pero se había de levantar.
El cuerpo se iba recolocando, lentamente iba tomando conciencia de sus miembros y sus órganos y sin saber como se encontró sentado al borde de la cama con los pies en el suelo de madera.
Como zombi se dirigió al baño y celebró el ritual de orinar, mirarse la cara en el espejo , lavarse la cara y volverse a mirar para comprobar que la imagen que le devolvía el espejo era la misma.
-Joder, ahí estoy otra vez!, -exclamó con resignación-.
Salió del cuarto de baño, se agachó al suelo y de debajo de la silla recogió los pedazos de foto que había roto la noche anterior donde estaba el rostro de ella.
Se dirigió al escritorio y los dejó encima de la mesa.
Encendió el ordenador y la volvió a imprimir. Ya sabia que al acabar la jornada, hecha trozos en el suelo quedaría, otra vez, la fotografía.
Así que la volvió a colocar con cuidado, al lado de su retrato.

domingo, 19 de octubre de 2008

Rincones oscuros.


En el olvido de la memoria quedan los rincones oscuros de nuestra vida, aquellos que sabemos vividos pero que no interesa sacar a flote porque su recuerdo nos duele. Crecimos con ellos, formaron parte de lo que somos hoy en día y juegan con nosotros en momentos de debilidad.

Posicionados en un rincón oscuro, nos asustan cuando ven que perdemos el norte y dudamos a donde vamos, entonces, sacamos fuerza para huir de ellos y demostrarles que somos mejores que ellos.

En ocasiones nos tapan momentos de felicidad que tuvimos, nos ensombrecen risas pasadas y miradas encendidas. Pasamos por ellos de puntillas, para no despertarlos y se convierte en un tira y afloja con la vida.

Avanzamos y seguimos adelante, la rémora cada vez pesa menos si no se la mira demasiado y se le da el valor adecuado.

Y cuando a pesar de todo está ahí presente, o tomamos pastillas, o creamos nuevas ilusiones para poder avanzar. Los muros están hechos para defendernos o para romperlos.

Rompiéndolos te diviertes más, defendiéndote, pasas la vida con miedo.

Los rincones oscuros sólo debieran ser eso. Anécdotas vividas en el pasado del tiempo.

La vida la forman un montón de cosas maravillosas, pequeñas y grandes, lejanas y cercanas, propias y ajenas.