
Rafael cumplía hoy 70 años. Se sentía bien consigo mismo, salvando los achaques de la edad y las molestias de la vejez.. Se miró al espejo, cara ajada por los años, arrugas por doquier y una hermosa calva. En un resquicio del espejo, sin saber como, aún se contemplaba con 50 años menos.
Decidió que hoy haría el amor con su mujer, seria una buena manera de celebrarlo.
Se afeitó, se puso su mejor ropa y salió a la calle a comprar flores. Compró seis rosas rojas y se dirigió andando a las afueras del pueblo.
Caminó un buen rato hasta llegar a una arboleda donde se encontraba su roble.
El roble donde hacia 50 años con su navaja dibujó un corazón atravesado por una flecha con los nombres de Maria y Rafael.
Se lo quedó mirando un rato, pensativo, extasiado. Aún se distinguía bien el corazón y los nombres.
Se acercó al árbol y depositó las flores en el suelo, lo abrazó y así estuvo un buen rato.
Hacia 8 años que había perdido a Maria, pero su presencia estaba intacta todavía.
Las hojas del roble se empezaron a mover, una extraña brisa las hacia agitar. Rafael, abrazado al árbol, notaba como su cuerpo se encendía mientras el sonido de las hojas le iba envolviendo.
Cesó la brisa, callaron las hojas, Rafael poco a poco fue dejando el árbol, sentándose a su pie.
Encendió un cigarrillo y al exhalar el humo miró hacia arriba y, entre las hojas, Maria sonreia.
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